Gran municipio que incluye los núcleos históricos de Andratx, s’Arracó y Port d’Andratx —el amplio puerto natural—, y los más turísticos de …
Famoso por sus infraestructuras turísticas, concentradas en Peguera, Camp de Mar o Magaluf, el interior de Calvià respira, sin embargo, sosiego y cosmopolitismo, aportado por extranjeros que han fijado aquí su residencia. En el punto más elevado se localiza la iglesia de Sant Joan Baptista, la Rectoría y un mirador con buenas panorámicas. A unos 2 km se encuentra el apacible núcleo de Es Capdellà, recortado sobre Es Galatzó. Por la carretera de Galilea se llega la possessió de Galatzó, donde sigue vivo el mito del Comte Mal, condenado a vagar por los siglos sobre un caballo de fuego.
Estellencs se encarama por la falda del Puig des Galatzó. Alrededor de la iglesia nacen calles empedradas a veces laberínticas, entramado urbano que desemboca en el mar por Cala Estellencs. Hace siglos que los bancales singularizan esta costa, delimitados por paredes de piedra seca, donde se sembraron olivos, vides y huertos, regados por un complejo sistema de acequias y canales de herencia árabe. Las casas más antiguas rodean la iglesia de Sant Joan Baptista, cuyo campanario fue torre de defensa contra los ataques piratas.
Del Puig del Galatzó deriva el nombre de Puigpunyent, que significa “monte punzante”. Pueblo rodeado de valles sembrados de naranjos y almendros, con bancales donde crecen olivos hoy centenarios. Por las montañas discurren los camins de ferradura, señalizados y algunos con empedrado original, rutas que atraviesan bosques cubiertos de pinos y robles, entre los que se conservan barraques de carboner, hornos de cal y casas de nieve. A 4 km se encuentra Galilea, núcleo idílico encaramado en la montaña, con harmoniosas vistas panorámicas.
Sobre la omnipresente Tramuntana se recorta este pueblo de calles estrechas flanqueadas por casas tradicionales de piedra. En Sa Vileta, el barrio más antiguo, se levanta la iglesia neogótica de Sant Pere, junto a la rectoría y un viejo abrevadero. Frente al Ayuntamiento, la escultura La filadora homenajea a la industria textil local, hoy extinta pero próspera hasta mediados del XIX. En las afueras, un camino conduce a la ermita de Maristella, con buenas vistas sobre el valle.
Población costera de marcados desniveles, cuya iglesia de la Nativitat de Santa Maria custodia uno de los órganos barrocos más …
Un pueblo de ensueño en mitad de un valle, con calles empinadas flanqueadas por casas de piedra y macetas con flores. Un ambiente que inspiró a escritores como Jovellanos, Rubén Darío y Santiago Rusiñol. Gran parte de la historia local se concentra en La Cartoixa, cuyas celdas acogieron el amor de Chopin y George Sand. El municipio se abre el mar por el Port de Valldemossa, con rincones vinculados al Archiduque Luis Salvador, como Miramar o S’Estaca.
Rodeado de bosques y a los pies de la sierra de Alfàbia, este municipio calmo ha sido elegido por muchos extranjeros …
El campanario de la iglesia, coronado por un tejado de azulejos, distingue a este pueblo de cualquier otro. Alrededor del templo se agolpan las casas más antiguas, que configuran el núcleo original. Tierra de almendros y viñas, con presencia de varias bodegas que producen vinos con Denominación de Origen Binissalem. Hacia el norte se expande en una zona montañosa, con rincones encantados como el valle de Coanegra. En Son Pou se sitúa la fuente o font de Coanegra, inicio de un antiguo sistema hidráulico.
A la sombra de la montaña del Teix crece Deià, pueblo mítico gracias a la áurea cosmopolita aportada por artistas de todo el mundo. Presenta tres zonas: Es Puig, coronado por la iglesia y el cementerio; la parte media, a lo largo de la carretera de Valldemossa a Sóller; y Es Clot, zona baja y núcleo original de la población. Con 5 km de costa escarpada, el municipio acoge las playas de Cala Deià y Llucalcari, y los paisajes de Sa Foradada y Son Marroig.
En un valle fértil rodeado de olivos, naranjos y huertos, florece esta urbe comercial amante de los productos de la tierra. En calles estrechas se levantan casales de emigrantes que regresaron enriquecidos de su estancia en Sudamérica o Francia. La plaza de la Constitució está presidida por la Iglesia de Sant Bartomeu y el Banco de Sóller, edificios con aportaciones modernistas. Municipio apreciado por senderistas, que recorren, entre otros, el camino empedrado del Barranc de Biniaraix. En su vertiente litoral se encuentra el amplio Port de Sóller, donde se abren las playas de En Repic y de Es Través.
En las estribaciones del Puig Major, máxima altura de la isla, Fornalutx mantiene su patrimonio arquitectónico casi intacto: casas de piedra que se adaptan a desniveles muy marcados. El Ayuntamiento ocupa el antiguo casal de Can Arbona, del s. XVI, y conserva una alta y recia torre de defensa de planta cuadrada. Muchas casas muestran las tejas pintadas, tradición que celebra el fin de la construcción de una casa, decoradas con dibujos planos realizados en color rojo que representan formas geométricas, vegetales, antropomórficas o zoomórficas.
Pueblo enmarcado por las alturas del Puig de la Font Seca y el Puig d’Alaró, este último coronado por un castillo roquero rodeado …
En las montañas de Escorca los paisajes se tornan grandiosos, monumentales, viejos caminos cruzan encinares, fuentes y rincones tan impresionantes como el Torrent de Pareis o Sa Calobra. Este enorme y poco habitado municipio alberga las cimas más altas de la Serra de Tramuntana, encabezadas por el Puig Major (1445 m), y sufre el clima más extremo de Mallorca, con nieve en invierno. El Santuario de Lluc es el centro espiritual de la isla, punto de partida de numerosas excursiones, con hospedería, áreas recreativas y zona de acampada.
Mancor se expande a los pies del Puig de Massanella (1.364 m), rodeado de una zona montañosa cubierta de pinos y encinas. En el llano crecen olivos, almendros, algarrobos e higueras. Acoge hitos arquitectónicos como la capilla de Santa Llúcia, documentada en 1348, y la antaño próspera possessió de Massanella. En el siglo XIX, los habitantes vivían de la producción de aceite y del aprovechamiento del bosque, y las montañas todavía conservan carboneras, hornos de cal y casas de nieve.
Municipio amplio repartido en cuatro núcleos de población: Selva, Moscari, Caimari y Biniamar, que combinan la tradición con la belleza del paisaje. En Selva destaca, en lo alto de un promontorio, la iglesia de Sant Llorenç, de fachada gótica, que conserva el retablo del Calvari, del s. XV y obra de Gabriel Mòger II. Lugar de paso de numerosos cicloturistas y senderistas, puesto que está rodeado de caminos que se internan en la Serra de Tramuntana y llegan hasta las montañas de Lluc.
Rodeado de campos de almendros y otros cultivos, Campanet se recorta como un pueblo de postal, con casas de piedra alrededor de la iglesia, ubicada en una plaza siempre animada. Muy cerca, el Museo Posada de Biniatró, con exposición permanente de obras de Miquel Barceló, Ramón Canet y Sirvent, entre otros. El término acoge los paisajes del valle de Sant Miquel y el Pla de Tel, frecuentados por cicloturistas, donde se ubican las cuevas de Campanet y la finca Gabellí Petit, en la que brotan las Fonts Ufanes tras lluvias intensas.
Como en casi todos los pueblos de montaña, en Lloseta se distingue la parte alta, viejas calles empinadas con las casas más antiguas, y la parte baja, de estructura moderna. El edificio más interesante es el Palau d’Aiamans, declarado Bien de Interés Cultural, palacio italianesco con unos importantes jardines. Junto a él se alza la iglesia, del s. XVIII, con una talla románica de la Mare de Déu de Lloseta. En las afueras se puede llegar a pie hasta el oratorio de la Mare de Déu del Cocó. Pervive la tradición zapatera en una fábrica de botas de montaña.
Desde principios del s. XX han pasado por Pollença artistas de todo el mundo, buscando inspiración en un paisaje donde la Serra de Tramuntana se precipita al mar por los acantilados de Formentor. Pueblo amante de sus tradiciones y de la cultura, agraciado con varios kilómetros de costa donde se alternan calas aisladas con centros turísticos como Port de Pollença. En la península de Formentor se ubica el hotel de lujo que ha hospedado a Winston Churchill, Audrey Hepburn o Grace Kelly, entre otros, escenario de importantes eventos literarios.